Mamá, quiero ser artista... funambulista!

Yo de pequeña quería ser artista funambulista. Pero claro, eso de las alturas no me motivaba lo más mínimo.
Si es que en el circo son un poco racistas. Si tienes vértigo ya no te dejan jugar en el alambre!

Y eso que yo, otra cosa no, pero valiente un rato largo! Subir subo a donde haga falta. Lo malo es cuando estoy allí...
Se me tensan todos los músculos del cuerpo.
Se me eriza la piel y comienzo a sudar.
Se me crispan los dedos de las manos y de los pies como si quisieran agarrarse más fuerte.
Empiezo a respirar más rápido y el corazón me va a mil por hora.
Hasta aquí igualito que el sexo, pero sin un ápice de placer vamos.

Lo peor viene después...
Cuando grito si alguien osa tocarme.
Se me empiezan a agarrotar los músculos.
Por mucho que me repita que el pandeo en estructuras es normal, por mucho que eche mano de todos mis conocimientos de ingeniería... sigo estando acojonada!
Pero yo, inconsciente de mi, aún doy un paso al frente... Y me dan ganas de gritar, pero aguanto para la foto con la sonrisa congelada.
Y aguanto a mis amig@s, carcajadas y risas mil. Sólo porque no me comprenden. Acaso me río yo cuando hay un bicho volando? O cuando mi gata os sale a saludar? O cuando os presento a una chica? (Hay pánicos para todo, la verdad) Pues sí, también me río... se me está bien empleado por preguntar!

Pero luego bajo de las alturas. Y no hay sensación comparable.
Me dan ganas de besar el suelo.
Por fin me relajo... y entonces empiezo a notar las agujetas.
Pero, todo sea dicho de paso. La sensación de vencer a tus miedos es la mejor del mundo. No hay nada tan placentero como la superación personal.

Aunque, bien pensado, mi próximo reto mejor que sea en llano.