Just Married

La semana pasada os dije que mi próximo artículo intentaría ser más entretenido, lo que hace que hoy este bajo una presión insoportable por miedo a defraudar a los lectores del badil, muy exigentes ellos. Aunque también he de decir que no prometía que eso fuese a suceder, con lo que esa presión disminuye enormemente, ya que si no lo consigo tampoco habré faltado a mi palabra que para un hombre de honor como soy yo es lo más sagrado de este mundo.

(Dios, que tonterías estoy escribiendo, desde luego ésto no tiene pinta de ser mejor que lo de la semana pasada.)

Por lo menos esta semana sí que tengo un tema del que hablar. Y no es otro que el matrimonio.

No sé como la gente se puede seguir casando con esa alegría cuando, según dicen las estadísticas más del 70 por ciento de los matrimonios terminan en separación. No sé si la gente se casa porque piensa que si ponen en un papel que se quieren demuestran a los demás que su amor es mayor, o tal vez porque se tienen más ventajas a hechos legales, o porque ya toca (eso sí me parece patético) o simplemente porque les apetece, que es la mejor razón para hacerlo.

Yo estoy encantado de que la gente se case. No hay que olvidar que no es más que una fiesta y las fiestas son para pasárselo bien. He asistido a multitud de bodorrios y en todas lo he pasado estupendamente, incluso he llegado a emocionarme en alguna de ellas.

Este sábado he tenido boda de unos buenos amigos Mª Pi (3,1416) contra ¡¡Pedro!! que diría Pe. A dicho evento asistió también la Pequeña Silvi y Anita Hossla. He de decir que las dos estaban preciosas, la Peque con su vestido de Moschino hasta parecía una señorita (si no hubiera sido por el bigote) y Anita con sus taconazos imposibles que no impidieron que bailase como una loca toda la tarde y gran parte de la noche. Incluso yo estaba guapo con mi traje de rayitas y mi corbata. Pero eso fue al principio de la velada a eso de las 12 de la mañana, en la iglesia, donde la Peque tuvo que salir a entregar los anillos a los novios porque el niño al que le tocaba hacerlo no estaba por la labor y como era ella, de entre todos los invitados, la que tenía una altura más parecida a la del niño le toco realizar tan importante función.

Después de la comida, con el vinillo y eso, el cuello de la camisa empezó a oprimirme el pescuezo así que decidí aflojar el nudo de la corbata y soltar el primer botón de la camisa.

Cuatro cubatas más tarde (porque en estos actos el tiempo se mide por cubatas y no por horas o minutos) mi corbata desapareció y apareció por arte de magia en el cuello de la Pequeña Silva. Dos cubatas después me despojé de la chaqueta porque no me dejaba bailar con soltura. Tres cubatas más hicieron falta para que me sacara la camisa del pantalón. Tan solo uno para que me remangase las mangas de la camisa. Y otros dos para que la Peque me desabrochara los cuatro primeros botones de la camisa y me levantara el cuello de la misma, dejando al descubierto mi fornido pecho vigilado por la cruz de oro al estilo legionario. Y así es como pasé de ser Dani a ser Vladislav, famoso actor porno polaco.

Cuando por fin nos echaron del pabellón, los supervivientes (la Peque, Anita hossla y yo mismo transformado en Vladislav) nos fuimos por los bares en busca de más alcohol que echarnos al cuerpo.

Mientras Anita y yo movíamos el esqueleto, la peque, ya destrozada por los tacones de sus zapatos, descansaba en una banqueta con sus pies descalzos apoyados en la de enfrente. En esas estábamos cuando empezaron a sonar los primeros acordes de "el torito guapo". Dicha tonadilla pareció revitalizar a la Silvi que saltó de su reposanalgas y empezó a bailar como una posesa. Al terminar el éxtasis producido por el gran Fary, la Peque cayó en la cuenta de que no se había puesto los zapatos, cosa que no hubiese sido gran problema de no haber estado el suelo lleno de cascaras de pipas de las que no pudieron defenderle sus finas medias. Y así fue como después de dos cervezas decidimos dar por terminada aquella noche para no poner en peligro nuestra integridad física, que desde las doce de la mañana hasta las cuatro de la madrugada ya hubo tiempo de meter alcohol a nuestros cuerpos. Que como dijo Anita después de la coplilla de ese gran cantante español conocido como el Fary , "aquel de la esquina es el borracho del pueblo y nos está mirando con cara de susto" y eso en Calanda es mucho.

November Rain-Guns and Roses