Me aburro. Me aburro mogollón. Pensé que nunca diría esto, pero me aburro hasta la desesperación… y, si cabe, más allá.
Esta tarde de minutos que son horas y horas que son décadas me he entretenido leyendo el suplemento semanal del Heraldo. Allí, casi en la última página, Paulo Coelho firmaba un artículo titulado “El vitriolo o la amargura”. No es un título muy sugerente, la verdad. Y eso a pesar de la maravillosa sonoridad de la palabra vitriolo. Por eso, lo he dejado para el final.
Pero, aún medio amodorrada, ha conseguido despertar mi interés cuando he pasado al tercer párrafo que comienza con un rotundo “Todos los seres humanos tienen amargura en su organismo-…” Cierto, me he dicho. No seré yo quien lo niegue.
El cuarto sigue desarrollando la idea: “Ciertas personas, movidas por el afán de construir un mundo en el que no pueda penetrar ninguna amenaza externa, fortifican exageradamente sus defensas contra el exterior (gente desconocida, lugares nuevos, experiencias diferentes) y dejan el interior desguarnecido.”
Y yo, en medio de mi sopor he visto en esta, clarísimamente, la definición de algunos ORNIS, que por no se sabe qué mecanismos de su cabeza, son capaces de crearse una barrera alrededor que ríete tú de la gran muralla!
Hombrepordios! Que ya no somos adolescentes!
Lo mejor del artículo, el final. En él Coelho, que no es santo de mi devoción, para qué os voy a engañar, se luce con un párrafo lapidario. “El amargo crónico sólo nota su enfermedad una vez por semana: las tardes de domingo. Entonces, al no estar trabajando o inmerso en la rutina que alivia los síntomas, se da cuenta de que algo no va bien. Nada bien.”
Que tire la primera piedra el que no sienta algo parecido cualquier domingo. Listos!
Esta tarde de minutos que son horas y horas que son décadas me he entretenido leyendo el suplemento semanal del Heraldo. Allí, casi en la última página, Paulo Coelho firmaba un artículo titulado “El vitriolo o la amargura”. No es un título muy sugerente, la verdad. Y eso a pesar de la maravillosa sonoridad de la palabra vitriolo. Por eso, lo he dejado para el final.
Pero, aún medio amodorrada, ha conseguido despertar mi interés cuando he pasado al tercer párrafo que comienza con un rotundo “Todos los seres humanos tienen amargura en su organismo-…” Cierto, me he dicho. No seré yo quien lo niegue.
El cuarto sigue desarrollando la idea: “Ciertas personas, movidas por el afán de construir un mundo en el que no pueda penetrar ninguna amenaza externa, fortifican exageradamente sus defensas contra el exterior (gente desconocida, lugares nuevos, experiencias diferentes) y dejan el interior desguarnecido.”
Y yo, en medio de mi sopor he visto en esta, clarísimamente, la definición de algunos ORNIS, que por no se sabe qué mecanismos de su cabeza, son capaces de crearse una barrera alrededor que ríete tú de la gran muralla!
Hombrepordios! Que ya no somos adolescentes!
Lo mejor del artículo, el final. En él Coelho, que no es santo de mi devoción, para qué os voy a engañar, se luce con un párrafo lapidario. “El amargo crónico sólo nota su enfermedad una vez por semana: las tardes de domingo. Entonces, al no estar trabajando o inmerso en la rutina que alivia los síntomas, se da cuenta de que algo no va bien. Nada bien.”
Que tire la primera piedra el que no sienta algo parecido cualquier domingo. Listos!