Pero qué reinas somos. Entre unas y otras juntamos historias para todos los gustos… aunque no para todos los públicos.
Llegados a cierto punto de
frikismo, una necesita tener amigas así. Como tú. ¿Para qué? Para sobrevivir. Para saber que no eres la única. Para compartir lo aprendido, a veces a base de ostias, y convertirlo en anécdotas risibles. Para reírte de la vida, del trabajo, de los hombres y hasta de tu propia sombra… ¿por qué no?
Y es que nos gustan los retos. Lo que traducido al mundo real viene a ser algo así como que los tíos que nos ponen son aquellos que potencialmente pueden jodernos la vida. Y nos la joden, sí señor. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Cada una es como es. También las habrá de las que les gustan dóciles y cariñosos. El típico
“sí-cariño-lo-que-tu-digas-de-toda-la-vida” . Digo yo.
Pero no a mi. Ni siquiera por probar. Si no hay lucha, no hay victoria. Y si no hay victoria, no hay emoción. Y si no hay emoción, no me interesa.
Lo se. El arte de la guerra aplicado a las relaciones personales ya no se lleva. Ahora lo que vende la Cosmopolitan son las relaciones maduras, igualitarias, en las que él ayuda en casa y tú siempre llegas al orgasmo en una noche de pétalos de rosa y caricias sin fin… Pues mira no! A mi lo que me gusta es el barro. El juego. El tira y afloja. El sexo morboso y guarrete de ese que, cuando te viene a la mente un recuerdo, te recorre un escalofrío todo el cuerpo.
Yo quiero igualdad. Pero no de esa blanda y pastelosa. Quiero igualdad forjada en respeto, no en laxitud.
Ser mujer no es fácil. Duele. La gran mayoría de las mujeres tenemos una conducta bipolar fraguada en conductas sociales castrantes y milenarias y en una nueva ola de independentismo exacerbado.
Y ni tanto, ni tan calvo, señoras. Yo como mujer de hoy, me siento más cerca de la figura del hombre de ayer. Independiente, sexualmente activa, socialmente desinhibida, potencialmente peligrosa… Pero, aunque me fastidie reconocerlo, tengo un alter ego pavisoso que me obliga a querer salvar al mundo y más concretamente al hombre que ayer cayó en mis redes de femme fatale. Como os lo cuento.
¡Mierda de hormonas!